sábado, 11 de julio de 2009

UN MILAGRO DE GILDA

Empecé a ir al cementerio (donde Gilda está enterrada) porque en un estudio me salió un fibroma y me tenían que operar. Así que fui y le dije: si es verdad que hacés milagros, hacé que no me operen. Y si lo cumplís voy al santuario (en la ruta 12), me bajo del micro y voy de rodillas. Y también voy todos los domingos a la Chacarita . Una semana antes de que me operaran, los médicos no lo podían creer, pero ya no tenía nada. Cumplí con todo lo prometido, y ahora cada vez que salgo de casa toco la foto y le pido protección.
Gilda fue una maestra jardinera devenida cantante de bailantas. En un acto escolar había decidido satirizar a Gladys, la bomba tucumana, y le salió tan bien que un hombre le propuso tomarse el tema en serio. A partir de entonces, empezó a llenar locales con éxito mediano. Hasta que un accidente en la ruta 12 -iba en un autobús junto a su hija y seis músicos- terminó con todo. Y la transformó en lo que es hoy: un fenómeno de desesperación y masas, un mito que atrae más público que el que la aplaudía en vida. Una usina de milagros.

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